Este artículo fue publicado en Tiracantos en 2010.
Es un resumen histórico del país y de nuestra primera experiencia.
Puede ser de utilidad ahora.
 |
Blue Grotto |
Cualquier maltés te lo dice: “Malta is a small country”. Y ciertamente lo
es con un total de 320 km2, frente a los 8.022,8 de la Comunidad de
Madrid. Malta, la isla principal, mide 27 x 14 Km; Gozo mide 14 x 7 km. Comino,
no lo sé, pero paladead su nombre e imaginaos su tamaño. A ello añadimos 3 ó 4
islotes deshabitados. Y hablando de población, Malta tiene 403.000 habitantes;
Gozo 20.000 y Comino 4. No. No me he comido ningún cero y espero que ninguno de
los 4 se ponga malito. “Malta is a small country” pero también es el país más
densamente poblado de Europa.
Y tal vez el más transitado. Parece que por allí pasaron y se asentaron
todo tipo de buenas gentes y no siempre en términos pacíficos. Por estas islas
vivieron pobladores que construyeron templos megalíticos impresionantes 1.000
años antes que Stonehenge (visitados, vistos o entrevistos. A destacar,
Ggantija); se quedaron fenicios y cartagineses que apenas dejaron huellas
arqueológicas; siempre hubo una pequeña comunidad griega que al parecer nunca
dio guerra; se las apropiaron los romanos interesados en su situación estratégica
y en los entonces valiosos productos de las islas: sal y miel, de donde deriva
su nombre romano, “Melita”.
En el año 60 naufraga San Pablo en Malta cuando, tras hacer valer sus
derechos como ciudadano romano, va camino de Roma para ser juzgado. Lo acompaña
San Lucas que recoge por escrito esta aventura. Tres meses estuvo en Malta
Pablo como prisionero. En tan breve tiempo logró convertir a Publio, el
gobernador de las islas, en obispo nada menos. Si llega a estar un año…
Visitamos su gruta en Mdina / Melita, la antigua capital.
De la ocupación árabe, los malteses heredaron la lengua que hablan hoy en
día: una lengua semítica que les permite entenderse con los árabe-parlantes del
Norte de África sin mediar estudio. Lo curioso es que si lo escuchas durante un
rato, acabas pillando algo. El maltés tiene un léxico tan mezclado como
mezcladas son las gentes que lo hablan y abundan los préstamos italianos,
ingleses, etc. Y sí, es verdad que el inglés es lengua oficial en Malta, pero
hablarlo y hablarlo bien, lo hablan los que estudiaron en coles de postín
aunque todo el mundo lo entiende (algunos fingen que no saben para que no los
tomen por pijos).
La lengua es de raigambre semítica y esto es una herencia de peso. Llama la
atención que, sin embargo, no haya mezquita alguna reseñable, o restos. En
cambio, si eres cristiano (de la variedad católica apostólica y romana) estás
de enhorabuena. Dispones de 365 iglesias, una para cada día del año. Asombra el
número de estatuillas, estatuas y grandes estatuas de vírgenes, san pablos y
san franciscos que te topas por la calle exentas e insertadas en los muros de
las casas. Nuestros conductores de autocar exhibían en sus cabinas un ingente
número de estampas, como en camerino de torero. No hay que olvidar que allí estaban
ellos, tan pequeños, frente al turco, tan grande.
“Malta is a small country” pero es impresionante todo lo que cabe allí.
Tras una semana de visitas diarias, nos dejamos muchas cosas por ver. No nos
perdimos, sin embargo, un crucero que bordeó La Valetta ni el pateo de la
ciudad repleta de turistas. De verdad que merece la pena ver los Albergues de
los caballeros de la orden de Malta, las fortificaciones y sus calles de piedra
llenas de sabor.
Y hablando de caballeros, supimos que la orden se trasladó a las islas por
gracia de Carlos I y V, a la sazón Emperador del Sacro Imperio
Romano-Germánico, que se compadeció de sus 7 años de merodeo itinerante tras
ser expulsados por Solimán de la isla de Rodas que durante 200 años fue su
hogar y cuartel general. ¿Y qué pintaban en Rodas? Rodas fue su patria tras una
breve estancia en Chipre al ser expulsados de Tierra Santa tras la caída de
Acre en 1291 en donde se habían establecido por negocios de cruzados. Y esta
orden compuesta por hombres nobles de las distintas monarquías europeas
(Auvernia, Provenza, Francia, Aragón, Castilla, Inglaterra, Alemania e Italia)
va de isla en isla hasta recalar en el archipiélago maltés. Una vez allí se
instalan en la capital Mdina de Malta (hay otra Mdina / Victoria en Gozo para
confundir al turista novato) y, para alivio de la nobleza, aguantan poco en el
interior de la isla y se trasladan a la costa donde se dedican a construir las
fortificaciones que hoy conocemos. Esto debió de tenerlos bastante entretenidos
a la vista de su poderío. Especialmente después de los exitosos ataques turcos
de 1547 y 1551 en los que gran parte de la población es esclavizada. Y tanto se
empeñaron, que, en manifiesta minoría, lograron sobrevivir al Gran Asedio turco
de 1565 para comidilla y asombro de toda Europa.
También tuvo a bien su majestad imperial Napoleón Bonaparte darse una
vuelta por tan concurrido lugar que acabó con el gobierno de los caballeros y
que además le dio la oportunidad de rapiñar obras de arte, oro y plata. ¡Vive
la France! De una u otra manera, los ingleses acabaron protagonizando el papel
de salvadores de los isleños. En principio no estaban interesados en quedarse
el archipiélago sino en evitar el dominio francés, pero, claro, una cosa lleva
a la otra y tras el Tratado de París de 1814 nos encontramos con que se
confirma la posesión británica.
Me salto el duro papel que le toca vivir a Malta en las guerras mundiales
(esto se me alarga) y el arduo camino a la Independencia allá por 1979 para
convertirse en miembro de la UE en 2004.
Y por eso usamos todos euros, lo que hizo nuestra vida un poco más fácil.
Con ellos compramos cosas, pero pocas. La ropa es igual que aquí en marca,
diseño y precio. La comida es tal vez más barata y está muy buena. La italiana,
me refiero, porque la poca cocina tradicional maltesa que probé… creo que
debería darle otra oportunidad para poder opinar. Y esto del buen precio del
alimento cocinado me tiene intrigada porque Malta tiene que importar el 80% de
lo que consume. Será que hacen un esfuerzo por atraer más turismo.
Malta es pequeña y rellena de cosas interesantes por dentro. Y también
excepcionalmente bella en sus contornos. Las costas recortadas te dejan sin
aliento y el color del mar sin palabras. No creo que nos olvidemos de lo
escarpado de Dwejra ni de sus cuevas. Ni de lo que disfrutamos en Golden Bay
(un poco de descanso). Nos volvimos, sin embargo, con la pena de no poder
visitar la mundialmente famosa Gruta Azul aunque estaba programada. Neptuno es
un traidor y no creo que le sacrifique más bueyes ni le dedique más libaciones
por el feo que nos hizo el día D.
Nos imaginamos sus aguas surcadas por galeras, carracas, galeones, naves,
navíos, galeotas, bergatines de remos, jabeques y demás embarcaciones. Una
mención especial a la flota melitense bajo el mando de los caballeros: pocos
barcos (entre 4 y 6 unidades), pero los más modernos y mejor dotados de toda la
cristiandad que se atrevían a presentar batalla cuando el enemigo los
cuadruplicaba. Al parecer la flota turca y la española presentaban batalla
hasta cuando la flota enemiga era el doble. De la calidad marinera maltesa da
fe el dicho popular español refiriéndose a una gran marejada: “tormenta que
sólo las galeras de Malta pueden afrontar”. Y una curiosidad: la orden inventa
la “boya de prevención de corchas” o precedente del moderno salvavidas.
Si me preguntáis qué fue lo mejor de esta experiencia, os diré que la
compañía. Tenía yo mis miedos pues sólo conocía a algunos de los alumnos.
Pronto, sin embargo empezamos a entendernos todos y a disfrutar de todos los
avatares, incluso hermanándonos en el cansancio y la apretura de los programas.
Conformamos un grupo variopinto liderado por Puri Aragón a la que asistí
gustosamente con nuestras inefables asistentes: Heather (que traía el traje de
la nieve mentalmente puesto) y Erica.
Yo desde luego volví cansada de contar alumnos a cada paso pero muy
sonriente tras las felicitaciones que familias de acogida, conductores, guías y
profesores dedicaron a nuestros alumnos por su educación, saber estar y la
alegría y curiosidad que llevaban metidas en el cuerpo.
Susana Gómez-Randulfe
2010